8/10/09

¿Cómo podemos serviles eficazmente? - Por Gerardo Pereyra

I Pedro 1: 1-5

Cuando estamos trabajando tan duro en el ministerio juvenil (o cualquier otro ministerio), corriendo entre actividades, capacitando lideres, y tratando de domar “fierecillas” que queremos que sigan a Cristo, por el cansancio, por tanta energía que necesitan quemar (y nosotros quemamos con ellos), nos envolvemos en la vorágine de las actividades y se nos hace fácil perder el rumbo de nuestra misión entre ellos. Pedro escribió en su primera carta consejos a los primeros líderes de la floreciente iglesia primitiva, que me imagino, no carecía de vorágine de actividades y que su crecimiento era casi exponencial. Pero también son principios que Dios dejó plasmados en su palabra para nosotros y para hoy, y te invito a reflexionar en ellos.

1 Nuestra Posición frente a ellos: Una verdad para no olvidar: “Estamos entre ellos”, somos iguales a ellos, no estamos por encima de ellos como el mundo piensa acerca del liderazgo, en todo caso, debemos considerarlos “superiores” y nosotros considerarnos sus siervos. Este es el concepto de Dios para servir. Jesús fue el ejemplo y lo enseñó a sus discípulos cuando ellos querían ser “grandes” y tener lugares mejores en el cielo y hasta se peleaban entre ellos por eso. Jesús les dijo “Entre ustedes no debe ser así, al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor” (Mateo 20:24 – 25) (NVI). Tenemos que entender que la filosofía de Dios acerca del liderazgo dista mucho de lo que a veces creemos y aplicamos y lo que el mundo piensa acerca de este tema. Jesús cambio las reglas del juego. V. 1

2 Nuestra Tarea: “Cuidar el rebaño que Dios puso a nuestro cargo”. Tenemos que entender que no son nuestros, son de Dios, El es el Señor de ellos y nuestro, y solo estamos “a cargo”. La tarea específica es Cuidar de ellos, “pastorearlos”, ver por sus necesidades, cubrirlas, guiarlos hacia Dios, y que ellos puedan desarrollarse como discípulos de Jesucristo. Tenemos que proveer las herramientas necesarias para que esto suceda. V. 2 (a)

3 Nuestra Motivación: Se refiere a lo que hay en nuestros corazones que nos lleva a servir entre ellos. No debe ser por obligación. Jesús nunca obligó a sus discípulos a seguirle ni a servir. La prueba está en la soledad que tuvo que vivir en el momento de ser juzgado y crucificado. Solo estaba Pedro, que lo negó, pero ahí estaba, ¿Y los otros? Tampoco debe ser ninguna “ganancia deshonesta”, y si bien vemos hoy, muchos abusos en el área del dinero, que específicamente, Pedro condena en este pasaje, también puede haber intenciones de “otras” ganancias, tales como, fama, reconocimiento, aceptación, etc. Pedro nos recomienda que ninguna de estas sea nuestra motivación, sino la que Dios quiere, solo servirle a Él y a los hombres, la motivación que tuvo Jesucristo que lo llevo hasta la cruz. V. 2 (b)

4 Nuestra Influencia: La manera de Dios de obrar en la gente y en nosotros está bien lejos de la “tiranía”. Pedro es muy claro en el v. 3. No sean Tiranos (NVI). No somos sus dueños, no somos sus “señores”, no somos sus “jefes”. Somos sus pastores. Es imposible no acudir renuentemente al ejemplo de Jesús. El es el buen Pastor, el dio su vida por nosotros y nunca fue impositivo o tirano con quienes le seguían. De hecho, ni aun con los doce hombres que eligió para transformar el mundo. En una ocasión los invito a volver atrás si es lo que querían, y la respuesta natural de Pedro es la que tenemos que buscar en nuestros discípulos: “ ¿Señor, a quien iremos?. La Herramienta para impactar sus vidas es nuestro ejemplo. Mostrarles a Jesús en nosotros. No podemos mentirles. Pablo decía Sean seguidores de mi como yo de Cristo. Cuando estamos haciendo esto, no nos hace falta ser tiranos. Si seguimos a Cristo con pasión, seremos el ejemplo que ellos necesitan y la tiranía no tendrá lugar. V 3

5 Nuestra Actitud: Definitivamente la actitud que tenemos que tener a la hora de trabajar para Dios es de humildad. Lo interesante es que Pedro recién en este versículo les habla a los jóvenes y les dice: “Sométanse a los ancianos” pero unido, en el mismo versículo dice: “Sométanse UNOS A OTROS”. Lamentablemente hemos escuchado muchísimo la primer parte de este versículo totalmente fuera de contexto, y se lo decimos a nuestros jóvenes con el rostro duro y serio, quizá con nuestra frente arrugada para provocar “respeto” (solo provoca rechazo), sin tener en cuenta todo lo que dice antes este pasaje, y más aun, sin pensar en lo que dice el mismo versículo. Sucede que nuestra concepción de “Líder Eclesiástico” no acepta la idea de someternos a nuestros jóvenes, (Ni a nadie). Sin embargo, es lo que Dios nos está diciendo en este versículo a través de Pedro. Es lo que Jesús, otra vez el ejemplo de los ejemplos, hizo (Filipenses 2: 5 – 11). El marcó el camino para seguirle. Se sujetó a Dios, y obedeció hasta la muerte. El, por cumplir su mandato, se sujetó a nuestras leyes humanas (se hizo hombre), no levantó ni un dedo contra los que lo crucificaron, no castigó a quienes lo maldecían, no odió a quienes lo odiaban, aun, amó hasta la muerte, al mismo Judas, que lo entregó. Si queremos influenciar en ellos como Jesús lo hizo en los que le seguían, sometámonos a ellos y su sujeción será natural. V. 5

6 Nuestra Recompensa: En una ocasión, un misionero, llego a los Estados Unidos habiendo servido toda su vida en África. En ese mismo barco llegaba un alto funcionario del gobierno de los Estados Unidos que había ido en un Safari por aquel continente. Como corresponde, una gran comitiva de bienvenida esperaba al funcionario. Al misionero nadie. Entonces, relata este misionero, que le pregunto a Dios, Señor, este tipo fue a matar animales a África y vuelve a casa y mira la bienvenida que le dan, y a mi que te he servido toda mi vida, nadie me espera. ¿Por qué Señor?. Y Dios le respondió: “Hijo, es que tu aun no llegaste a casa”. Nuestra recompensa no está aquí y ahora. Si bien es suficiente recompensa el ser colaboradores de Dios, nuestra corona esta en los cielos, y allí la recibiremos. No hagamos nada esperando recompensa de los hombres y ahora. Recordemos a quien servimos, y el cielo es suficiente recompensa, pero habrá más para los que hagamos bien la tarea de pastorear “su rebaño”. V.4

Que estos consejos nos animen a servir con la motivación correcta y de la manera que Dios quiere para cumplir con su mandato de hacer discípulos alrededor de todo el mundo.

México DF, abril de 2009.

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9/7/09

Los Dueños de la Verdad - Por Eduardo Coria

Cuando Poncio Pilato se encontró cara a cara con Jesús formuló una pregunta que hasta hoy sigue siendo la pregunta que posiblemente tiene mayor peso filosófico y moral en el pensamiento de los hombres.
Esta pregunta aparece en el diálogo de Poncio Pilato con Jesús, en Juan 18:33–38: “—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó. —¿Eso lo dices tú —le respondió Jesús—, o es que otros te han hablado de mí? —¿Acaso soy judío? —replicó Pilato—. Han sido tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? —Mi reino no es de este mundo —contestó Jesús—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo. —¡Así que eres rey! —le dijo Pilato. —Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz. —¿Y qué es la verdad? —preguntó Pilato. Dicho esto, salió otra vez a ver a los judíos”.

¿QUÉ ES LA VERDAD? Pregunta enorme e ineludible. Pregunta que ha desafiado a filósofos o no filósofos, desde el principio de los tiempos. Pregunta que ha sido respondida por todos, bien, regular o mal, pero ha sido respondida, o por lo menos, se ha intentado responder…
No pretendo dar en pocas líneas una respuesta a esta pregunta que es enorme. Sin embargo, antes de entrar de lleno en la propuesta de este artículo (Los Dueños de la Verdad), tengo que decir algo sobre ella, lo que haré mayormente citando algunas declaraciones Bíblicas al respecto.
Según la Biblia, la verdad puede verse tanto como encarnacional como conceptual. La verdad encarnacional tiene que ver con una Persona, y la verdad conceptual con los enunciados de esa Persona.
LA VERDAD ENCARNACIONAL
Al hablar de verdad encarnacional, me refiero a la verdad como persona. O si usted prefiere, la persona que es la verdad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí” dijo Jesús en Juan 14:6. Jesús es la verdad. O, invirtiendo los términos, la verdad es Jesús. Y Jesús tiene que ser la verdad porque él es el eterno Dios creador encarnado (1). Si Jesucristo nunca hubiera dicho una sola palabra, el mundo habría conocido la verdad, porque él es la verdad hecha carne, el Verbo divino. Mostró la verdad de Dios desde el pesebre de Belén hasta la Ascensión, desde su primer milagro en Caná de Galilea hasta su “¡Consumado es!” de la crucifixión. Los hombres pudieron ver a la verdad encarnada en su vida, en sus milagros, en su cruz, en su sepulcro vacío, y escucharla en sus palabras y su gran comisión.
LA VERDAD CONCEPTUAL
Jesús le dijo a Pilato que había venido para dar testimonio de la verdad, tanto la verdad esencial que está en la persona del Trino Dios, como la verdad hecha palabras. Todo lo que dijo provino de quien es la verdad, y por lo tanto no contiene errores. Al leer en los evangelios los dichos y enseñanzas de Jesús estamos leyendo y aprendiendo la verdad pura y absoluta, porque “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer”, (2) y ¡Jesucristo no fue un simple mortal, sino Dios encarnado!
Antes de dejar esta tierra, el Señor, les encargó a los discípulos que transmitieran su verdad al mundo que los rodeaba. Pero antes de que comenzaran a predicar el evangelio, les aseguró que conocerían la verdad: “Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Él me glorificará porque tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo cuanto tiene el Padre es mío. Por eso les dije que el Espíritu tomará de lo mío y se lo dará a conocer a ustedes”. (3)
El proceso que Dios siguió para revelar a sus mensajeros el evangelio que debían anunciar encuentra en Pablo una de sus mejores expresiones: “El evangelio que yo predico no es invención humana. No lo recibí ni lo aprendí de ningún ser humano, sino que me llegó por revelación de Jesucristo… Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. … él tuvo a bien revelarme a su Hijo para que yo lo predicara entre los gentiles…” (4) Pablo y el resto de los que fueron instrumentos para recibir y transmitir la revelación de Dios, no descubrieron nada, simplemente recibieron y transmitieron la verdad que el Trino Dios quiso revelarles y revelarnos a nosotros por su intermedio. Finalmente, Jesucristo encargó a sus mensajeros que comunicaran el evangelio (las verdades concernientes a su persona y a su mensaje) al mundo entero, (5) cosa que hicieron mediante la evangelización, el discipulado y los documentos escritos, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros en lo que llamamos el Nuevo Testamento.
En resumen: El Trino Dios (la verdad personificada o encarnada) reveló su mensaje (la verdad conceptual) a ciertos hombres escogidos, quienes lo dieron a conocer a su generación, personalmente y mediante sus escritos (6), revelación que nos ha llegado a nosotros en el Nuevo Testamento, que es la Palabra de Dios.
¡DIOS ES LA VERDAD Y SU PALABRA ES LA VERDAD! (7)

Ahora sí, vayamos al enunciado de este artículo: LOS DUEÑOS DE LA VERDAD.
¿Puede alguien ser dueño de la verdad? Esta palabra, dueño, es muy grande. Algunos de sus sinónimos son: amo, patrón, señor, cabeza, superior, propietario, poseedor… Frente a la verdad absoluta, a la verdad de Dios, al Dios de verdad, ¿puede alguien considerarse dueño de la verdad? ¡Absolutamente no! Porque nadie puede apropiarse de Dios, nadie puede ser dueño de Dios, nadie puede estar por encima de Dios. La verdad encarnacional (Dios como verdad) solamente puede poseerse a sí misma; es decir, solamente Dios puede ser dueño de Dios. Dios se manifiesta como Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, (8), y estas tres personas coexisten en perfecta unidad. ¡Se poseen mutuamente! Pero nosotros, pequeñísimas criaturas de Dios, no podemos ni podremos nunca apropiarnos de Dios.
Pensando ahora en la verdad conceptual, aquella que ha sido enunciada por Dios y que encontramos en la Biblia, también nos preguntamos: ¿Podemos llegar a considerarnos dueños de esta verdad? ¡Tampoco! Porque solamente llegamos a ser dueños de aquello que adquirimos o de aquello que nos apropiamos. ¿Y hay alguien que puede adueñarse de los pensamientos de Dios expresados en las Escrituras? ¡No! Dios mismo dice, “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!”. (9) No podemos ser dueños de una verdad que nos resulta imposible descubrir por nosotros mismos. La verdad Bíblica está infinitamente por encima de nuestras capacidades humanas. Y sólo podemos tener acceso a ella por revelación divina, y sólo podemos discernirla mediante la iluminación del Espíritu Santo. (10)
Además, para recibir y discernir la verdad de Dios debemos estar en una condición espiritual correcta, condición que 1 Corintios 2:9–10 describe así: “Como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.» Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios”. Si hemos de discernir la verdad de Dios, es prioritario que amemos a Dios, porque lo suyo, su revelación, lo que ninguna mente humana ha concebido, está reservado para los que aman a Dios. ¿Quiénes aman a Dios? Pues los que le obedecen, (11), de manera que podemos afirmar que el amor/obediencia es esencial para la recepción y el discernimiento de la verdad divina.
Creo que ha quedado claro que ningún hombre puede ser dueño de la verdad; sin embargo, muchos actúan como si lo fueran. No sólo carecen la humildad necesaria para reconocer su pequeñez y sus limitaciones frente a la verdad infinita, sino que ven a los otros como inferiores, y se colocan ante el resto de los creyentes con actitudes paternalistas, como si fueran paradigmas de la verdad de Dios, como si fueran los privilegiados y exclusivos intérpretes de la palabra y la voluntad de Dios, como si fueran… dueños de la verdad.
No quiero terminar estos pensamientos con un tono negativo o de crítica hacia los que actúan de esta manera inapropiada. Porque ninguno de nosotros puede cambiar a nadie. Lo que sí quiero hacer es que nos miremos a nosotros mismos, para descubrir aunque sea la más pequeña muestra de orgullo espiritual que es el gran obstáculo que obstruye el camino haya la verdad. Y lo haré con una advertencia que nace de mi propia experiencia. Porque yo también en algún momento o circunstancia de mi vida llegué a pensar que era muy importante, muy sabio, muy dueño de la verdad… y ese fue un grave pecado.
Mis hermanos, lo que debemos hacer es invertir la ecuación del título de este artículo:
NINGUNO ES DUEÑO DE LA VERDAD
¡LA VERDAD DEBE SER NUESTRO DUEÑO!
Aquel Jesús que dijo: “Yo soy la verdad”, debe ser nuestro dueño, el “Espíritu de verdad” debe ser nuestro dueño, el Padre de verdad debe ser nuestro dueño. (12) Tenemos que entregarnos al Dios de verdad, someternos al Dios de verdad. O sea, que al decir “Señor” realmente estemos viviendo bajo el señorío absoluto de la verdad del Trino Dios.
En segundo lugar, hemos de vivir en la verdad de Dios. La Biblia no tiene que ser meramente un libro de teoría espiritual, sino un manual de vida espiritual. Si la seguimos al pie de la letra, este manual nos conducirá inevitablemente al Dios de verdad.
En tercer lugar, nuestra vida ha de ser veraz, transparente, sincera, abierta. Tenemos que actuar como Pablo lo dice a los Corintios “¿Acaso comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos que presentarles o pedirles a ustedes cartas de recomendación, como hacen algunos? Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones”. (13) Seamos una carta conocida y leída por todos. Seamos transparentes. No finjamos alegría cuando estamos tristes, no aparentemos triunfo cuando estamos derrotados, no mostremos espiritualidad cuando la carne nos domina. Seamos veraces, permitiendo que la Palabra de Verdad señoree en nuestra vida.
Finalmente, le animo a que nuestra verdad sea una invitación y no un garrote. Si en la búsqueda de la verdad hemos ascendido un escalón, no lo usemos como un estrado para mirar desde arriba a los “pobrecitos” que están por debajo de nosotros, sino como un lugar desde donde tenderles la mano. Así estaremos siguiendo el ejemplo de Jesús, quien, siendo la verdad absoluta, bajó a un mundo de mentirosos para atraer con su persona y su palabra a algunos al luminoso ámbito de la verdad.

Los versículos citados pertenecen a la NVI

(1)Vea Juan 1:1–3, 18; Juan 14:5–11; etc.
(2)Números 23:19.
(3)Juan 16:13–15
(4)Gálatas 1:11–16
(5)Mateo 28:18–20; Hechos 1:8
(6)2 Pedro 1:21; 3:14–16
(7)Juan 17:17
(8)1 Juan 5:1–9, especialmente 7
(9)Isaías 5:8–9
(10)Vea de nuevo Juan 16:13–15, Gálatas 1:11–16.
(11)Juan 13:15–24
(12)Juan 14:6: Juan 16:13; 1 Juan 5:6; Romanos 3:4
(13)2 Corintios 3:1–3

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10/6/09

Hacia una teología de la adoración - por Enric Capó (Lupa Protestante)

Teología es una reflexión sobre Dios; por tanto, toda reflexión sobre Dios es teología. Quizás esto sea una perogrullada, pero nos sirve para sacar la teología del campo de la especialización académica y de las garras de los teólogos profesionales, para devolverla al campo que le es más propio: el de la reflexión personal. Todo el mundo puede hacer teología y, de hecho, la hace; pero deberíamos hacer una distinción radical entre la teología como disciplina académica, que evidentemente es necesaria e imprescindible para la Iglesia, y la reflexión teológica del creyente, que la elabora en el ámbito de la fe. Éste tiene, probablemente, muchos más peligros de equivocarse en sus formulaciones doctrinales que profesores universitarios que conocen a fondo la materia, saben lo que se ha dicho en el pasado y tienen mucha más capacidad de reflexión. Pero, fundamentalmente, el terreno propio de la teología es el individual del creyente, porque la teología auténtica es una reflexión hecha desde la fe. Es reflexión y, al mismo tiempo, experiencia. Es decir, no es, en primer lugar, un reflexión en el campo del saber humano, que la acerca mucho a la filosofía, sino que se trata de descubrir y describir –hasta donde sea posible– el Dios en el que creo.

Por esto es muy apropiado hablar de la teología de la adoración o, como dice Moltmann, de la teología de la doxología. Es en el encuentro personal con Dios que el creyente se descubre a sí mismo como el adorador de un Dios que le confronta en la vida de cada día. No ha sido él que lo ha encontrado, sino que ha sido objeto de una iniciativa divina y, ante ello, lo busca para entrar en comunión con él y conocerle más y mejor. Es importante que este encuentro se dé en el campo de las Escrituras, ya que creemos que en ellas Dios se nos revela; pero no puede consistir en una simple exégesis bíblica, sino en una puesta a prueba de la experiencia personal en su confrontación con aquellas otras que hallamos en la Palabra de Dios.

En toda reflexión teológica, hay un elemento personal, subjetivo, imprescindible, que debe ser siempre asumido. Y esto es muy importante que lo acentuemos, ya que cuando la teología se convierte en dogma o en “verdad” definitiva, empezamos el camino de la corrupción. La teología se convierte en una ideología y entonces entramos en el campo de la lucha ideológica, es decir, la lucha por establecer mi “verdad” frente a la “verdad” de los demás. Es el problema de pensar que hemos llegado, que ya lo sabemos todo, que estamos de vuelta de todas las otras opciones. El creyente entonces se fanatiza en su propio sistema teológico y se convierte en su defensor frente a cualquier otro sistema. Dios queda al margen, ya no importa; lo que importa es lo que yo digo de Dios.

Este fue el gravísimo error de la iglesia de los primeros siglos que se empeñó en redactar una formulación de la fe infalible e inatacable. El error no fue intentarlo, sino creer que lo había conseguido y que podía imponerlo como un dogma imprescindible para la salvación. Se llegó a extremos increíbles. ¡Cuántos fueron cruelmente perseguidos porque en su confesión de la fe sobraba o faltaba un “i”! Todo dependía de si decías, con referencia a Cristo, homoousios o homooiusios! En ello te podía ir la vida. Y ¡cuántos otros ejemplos, a lo largo de la historia y hasta nuestros días! La obcecación por lo objetivo, lo infalible, lo ortodoxo, ha llevado –y lleva todavía– a los cristianos a aberraciones absurdas.

La teología de la adoración, aquella que se formula en nuestra contemplación de Dios y no busca “verdades”, sino la única Verdad que nos puede hacer libres (Juan 8,32), no es jamás agresiva, porque no se formula delante de otros, ni frente a terceros, sino solamente ante Aquel que es el centro de nuestra reflexión. Jamás pretende ser objetiva ni que sea de validez general para todos. Hacer teología es crecer en el conocimiento de Dios, pero no en un conocimiento intelectual de Dios que trata de encontrar definiciones doctrinales definitivas. La reflexión teológica, cuando es auténtica, consiste en un descubrimiento de Dios y un crecimiento en el conocimiento empírico de este Dios que se nos ha manifestado en Cristo, que nos habla a través de su Palabra, y día a día nos muestra nuevos caminos y nuevos horizontes de la fe. Es siempre subjetiva. Jamás puede encerrarse plenamente en definiciones, porque Dios siempre nos transciende. Tratar, por ejemplo, de hacer una definición de la trinidad es una empresa fuera de nuestro alcance. Calvino y Servet, a pesar de sus definiciones diferentes, eran igualmente cristianos. Sus diferencias ideológicas no les separaban del Dios del amor y la misericordia en el que creemos. Estarían más o menos acertados en sus definiciones, pero nunca debieran haberlos llevado a los extremos a que llegaron. Una falsa comprensión de la teología fue la causa del conflicto.

Creer esto, saber esto, es un conocimiento que salva, ya que nos libra de las tiranías de las ideologías y de los dogmatismos, nos muestra que todos estamos todavía en el camino y que el conocimiento pleno –el ver a Dios cara a cara– sólo será posible más allá de nuestra temporalidad, cuando entremos de lleno en el mundo de lo eterno.

Esta reflexión de hoy, no pretende ser la verdad. Todo lo contrario, niega la existencia de la verdad como definición. No pretende ahondar el abismo entre liberales y conservadores, ni afirmar que unos están en los cierto y los otros, no; sino decir que todos somos aprendices en la escuela del Señor y que la reflexión teológica ha de ser siempre un proceso continuo y libre en el que nos reconozcamos los unos a los otros simplemente como buscadores de la verdad de Dios. Reflexionar teológicamente es ir avanzando hacia Dios, según las luces y los dones que Él nos ha dado, dándonos la mano y ayudándonos en nuestra empresa. No buscamos nuestras “verdades”, que siempre están contaminadas con nuestros errores, sino la Verdad. Y ésta sí la conocemos: Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida. (Juan 14,6)

Fuente:http://www.lupaprotestante.com

Imagen: Juan Calvino - Fue un teólogo y reformador protestante que nació en Francia en 1509.


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2/6/09

"conformarnos a este siglo" - por Martín Zanetti

"...Suecia fue la primera que apostó por este modelo el año pasado. Biblia iluminada: El Libro, en su traducción al castellano, es una publicación al estilo de las revistas de moda en las que aparece Angelina Jolie. Su formato permite imaginársela más en la mesa de una cafetería que en el banco de una Iglesia."

Esto es algo que acabo de leer de internet. La presente es una noticia que circula en los sitios para cristianos y que podemos discutir.

La pregunta es:

¿Esto es a lo que Pablo se refirio con "me hice judio a los judios (1 Cor.9:20-22)? o es "conformarnos a este siglo" (Rom.12:2) ¿?

Creo que los cristianos nos encontramos con mucha frecuencia a situaciones en donde se nos plantea este interrogante. ¿Podemos trazar una línea entre estas dos actitudes?. Parece ser que la línea es muy delgada, pero la realidad dice que entre un lado y el otro hay un abismo de diferencia.


Dejo la pregunta planteada y les paso el link de esta noticia, que me dejo pensando muchisimo!!!!

Digno para discutir!!!

Aquí el enlace


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20/5/09

Epístola a los hermanos argentinos - por Eduardo Coria

Cualquier semejanza con la Epístola de Pablo a los Romanos (y otras) NO ES pura coincidencia.

Les escribo a ustedes, los amados de Dios que están en Argentina, que han sido llamados a ser santos.
Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
He recibido informes con respecto a la difícil situación que están pasando en estos momentos, generada por graves conflictos sociales y económicos. Debido a esto es que al saludarles invoqué tanto a Dios como al Señor Jesucristo para que les concedan gracia y paz. Porque lo que ustedes más necesitan no es echar mano de recursos meramente humanos para sobrellevar los problemas, sino la gracia de Dios (su infinita provisión de bendiciones) y la paz de Dios, esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que cuida nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.

Amados hermanos, ¿les sorprende lo que está sucediendo? No debería sorprenderles, porque ¿en qué lugar de las Escrituras Dios promete que los gobiernos serán justos? ¿Dónde se dice que quienes no conocen a Cristo van a actuar con justicia y equidad? ¿Recuerdan aquello de “no hay justo ni aún uno”? Además, nuestro Señor Jesucristo prometió (sí, prometió) que en el mundo seríamos afligidos… Entonces, ¿tendría que sorprenderlos lo que están enfrentando? ¡No, absolutamente no!.

En lugar de quejarse tanto, hermanos, ¿han pensado lo que ustedes, los cristianos Argentinos, pueden hacer por la Argentina? Porque aunque no esté dentro de sus posibilidades controlar o mejorar las circunstancias reinantes, lo que sí pueden y deben hacer es controlar sus reacciones (las reacciones de ustedes) frente a las circunstancias. Quiero darles varias ideas sobre lo que tienen que hacer, pero antes de hacerlo, permítanme decirles algo que creo no tienen que hacer.

Andan circulando por allí ciertos documentos que no me parecen adecuados. Debo confesar que yo también en su momento envié escritos semejantes a éstos, algo que quizá no debí haber hecho. En estos documentos se critica al gobierno, o se critica a los opositores, con razón o sin razón; algunos son sumamente serios y otros corrosivamente graciosos. Pero, como en ellos se suele argumentar sólo a favor de uno o de otro sector sin tomar en cuenta la totalidad de los ciudadanos, no resultan útiles. Les exhorto a no producir ni reproducir estas cosas, que lo único que logran es exacerbar los ánimos sin aportar conceptos constructivos o que ayuden a superar los problemas. Esto no significa que deben cerrar los ojos a lo que está pasando o que deben abstenerse de opinar. ¿Tienen que ser críticos? Sí, deben serlo. Pero asegúrense de que su crítica sea constructiva y tienda a aportar soluciones, pero no se sumen a lo meramente destructivo.

Ahora sí, vayamos a lo positivo: ¿Qué pueden y que deben hacer ustedes? Enumero algunas cosas.

1. En primer lugar, no olviden su ciudadanía celestial. Porque, como lo dije en otra carta, “nosotros somos ciudadanos del cielo”. Esto no significa que deben renunciar a sus responsabilidades terrenales, sino más bien que deben empapar esas responsabilidades con el río de agua de vida que fluye desde el interior de todos ustedes. Dicho en otras palabras, sean mejores argentinos siendo mejores cristianos. Empapen sus pensamientos, sus palabras, sus intenciones y sus acciones con la dignidad de su ciudadanía celestial. No se permitan vivir por debajo de los estándares que Jesucristo nos ha impuesto. Esto tiene que ver con aquello de que “cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”.

2. Tampoco olviden que son ciudadanos de la tierra, de la Argentina. Su prioridad es la de amar a Dios con todo y sobre todo, pero su segunda prioridad es amar a su prójimo como a ustedes mismos. Y como bien saben, los prójimos son los próximos, los que tienen a su lado. Voy a tirar una piedrita en el lago de este concepto para que lo entiendan. Miren, se formó un pequeño círculo, que es el de su familia; pero allí hay otro un poco más grande, que bien puede ser el de sus parientes, vecinos y amigos; y allá hay otro más amplio, es el de su comunidad; y otro, el de su provincia; y otro el de su nación… Estos círculos representan a su prójimo. Sin embargo, el concepto de prójimo va mucho más allá de lo territorial; también tiene que ver con los afectos. Mientras más lejos están las personas, menos profundos son los afectos, a menos que en algún tiempo ellas hayan estado muy cerca de nosotros. En resumen, todas las personas que conocemos son nuestro prójimo, y, por lo tanto, debemos hacerlas objeto de nuestro amor. A Dios se lo ama obedeciéndole, al prójimo se lo ama sirviéndole. Entonces, servir a los argentinos es una muy buena manera de contribuir al bienestar general, posiblemente la mejor manera.

3. En cuanto a los problemas puntuales que están enfrentando, les recuerdo algo. Por lo que he sabido, su gobierno no está actuando bien, y diversos grupos humanos (empresarios, obreros, empleados, políticos, gremialistas, etc.) tampoco están portándose bien. Como resultado, muchos están sufriendo porque este tira y afloja que lleva ya bastante tiempo ha producido muy malos efectos: consecuencias morales que se perciben en la educación (o falta de), la violencia, el odio, la incomprensión; consecuencias materiales que hacen faltar el pan en la mesa de muchos argentinos y argentinitos y otras cosas semejantes a éstas. Pongamos lo dicho en su perspectiva correcta. Como mencioné más arriba, estas personas no actúan correctamente porque evidentemente no conocen a Jesucristo y no pueden actuar mejor. Sin embargo, este tema tiene otra faceta: ¿Qué van a hacer ustedes, que sí conocen a Jesucristo? ¿Qué podrán aportar como verdaderos cristianos para que la situación mejore?

4. También quiero recordarles algunos conceptos del amado hermano Pablo, que alguna vez escribió: “Aborrezcan el mal; aférrense al bien… Ayuden a los necesitados. Practiquen la hospitalidad. Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan… Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes… No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios… Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido… Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que le deban respeto, muéstrenle respeto; al que le deban honor, ríndanle honor… No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros… Así que el amor es el cumplimiento de la ley”.

5. Estas frases las escribió Pablo en circunstancias bastante peores de las que ustedes están atravesando. En aquel tiempo Nerón (de triste memoria) era el gobernante al que había que someterse, a quien había que pagarle impuestos y contribuciones, a quién había que respetar y honrar. Pero como sabemos fue uno de los perseguidores más feroces de judíos y cristianos, y fue quien finalmente firmó la sentencia de muerte del apóstol… E hizo esto a pesar de que (o tal vez debido a) algunos de su familia habían conocido personalmente al Jesucristo que predicaba el apóstol.

6. Ninguno de ustedes puede cambiar humanamente las circunstancias adversas. Pero todos ustedes pueden llegar ahora mismo al trono de Dios en oración, ayunando y clamando a Dios por su amada Argentina. Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por todos. Noten que he subrayado algunas expresiones que quiero ampliar. Lo primero que ustedes deben hacer es ORAR EN SERIO. No me refiero a esos ratitos de las reuniones de oración o de las devociones apuradas; sino a orar mucho y bien, clamando por todos los hombres. En segundo lugar, deben ORAR ESPECIALMENTE por las autoridades. Sí, por la Presidenta que tienen, sus ministros, los gobernadores, los intendentes, los generales, los comisarios, los directivos de las entidades intermedias, los directores de escuelas, etc., pidiendo por dirección, cuidado, paz y seguridad para vivir la vida cristiana en plenitud. Pero tengan en cuenta que no sólo deben pedir por el bienestar de ustedes los creyentes, sino tienen que orar por la conversión a Cristo de las autoridades. Porque si ellos no entregan su corazón a Cristo posiblemente sus gestiones no tendrán éxito. Y aún en el caso de que tuvieran éxito, irían al infierno si no conocen a Jesús. Por eso, oren, y asegúrense de hacerlo con corazones limpios.

Finalmente, hermanos, les quiero decir algo con todo amor pero también con toda firmeza: ¡Basta de protestas y más oración! No se quejen de que la comida está más cara y tal vez no puedan comer; en lugar de hacer eso… ¡ayunen voluntariamente! No lloriqueen delante de Dios, sino oren con fe, firmeza y dedicación por la conversión de las autoridades y de todos los que están envueltos en los conflictos actuales, por la conversión de los que tienen razón y la conversión de los que obedecen a meros intereses mezquinos, porque todos necesitan el toque salvador de Jesucristo.

Ustedes son responsables por la Argentina. ¿Saben por qué? Por el solo hecho que Dios los ha hecho nacer en la Argentina. Y el primer paso que deben dar frente a esta responsabilidad es ponerse de rodillas. Es paradójico que el primer paso sea… ponerse de rodillas. Sin embargo, todos sabemos que los grandes avances de la iglesia (que repercutieron positivamente sobre toda la sociedad) siempre fueron dados sobre las rodillas. Si como individuos dedicaran más tiempo a la oración y si como iglesia hicieran de la reunión de oración el encuentro más importante de la semana, podrían esperar respuestas, cambios y bendición.

Cuando pase por allí me gustaría participar de sus celebraciones, y ver que la adoración, la alabanza y el agradecimiento a Dios son sus notas preponderantes como individuos y como iglesia. También quisiera repasar con ustedes sus listas de oración, y me agradaría mucho encontrar en primer lugar el nombre de su Presidenta.

Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con el espíritu de cada uno de ustedes. Amén.

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Dogma y Tradición 1 - por Eduardo Coria

Siempre que pienso o elaboro algo que tiene que ver con las Escrituras o la vida de la Iglesia, compruebo aquello del “temor y temblor”. Porque tengo plena conciencia de que yo, que apenas soy un ser humano, estoy internándome en el terreno divino. ¿Cómo no voy a temer y temblar?

Hoy este sentimiento es más fuerte que otras veces, porque a veces resulta complicado esto de hacer el intento de discernir lo que es el dogma bíblico de lo que es mera tradición de la Iglesia. Los dogmas bíblicos son inamovibles, precisamente porque se trata de declaraciones de Dios que no se pueden ni deben cambiar. Sin embargo, las tradiciones son expresiones de la vida de la Iglesia, y como se trata de concepciones humanas, sí se pueden cambiar. Dije “se pueden cambiar”, no dije “se deben cambiar”. El hecho de que tengamos tradiciones no necesariamente significa que debamos cambiarlas por el mero hecho de que son tradiciones… Pero sí quiero dejar en claro en este artículo es que las tradiciones, por el mero hecho de serlo, no son inamovibles y son perfectibles.

ALGUNAS TRADICIONES SON BUENAS Y ÚTILES


Para comenzar a pensar sobre esto menciono el ejemplo de Jesús en Lucas 4:16: “Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre”.

Aquí no figura la palabra tradición, pero está implícita en dos detalles: Primero, Jesús fue a la sinagoga. ¿Cuándo surgieron las sinagogas? Parece ser que en los tiempos de Nehemías, aunque no hay fechas ni datos exactos al respecto. Pero de lo que no hay dudas es que ocupaban un lugar importante en la vida religiosa de Israel. Hay dos cosas que quiero mencionar acerca de las sinagogas, y la primera es que en los tiempos de Jesús había sinagogas por todas partes, tanto dentro de Israel como en muchos lugares del extranjero, como lo muestran los viajes misioneros de Pablo en el Libro de los Hechos (Vea Hechos 13 a 28). Ante esta realidad, uno se pregunta ¿dónde está en la Biblia el mandamiento divino de erigir sinagogas? Y sorprendentemente ¡en ningún lugar de la Escritura aparece un mandamiento como ese! Hasta donde sabemos, no fue Dios el que dio la orden de construir sinagogas. Parece ser que surgieron por necesidad, porque al ser dispersados entre las naciones, los judíos se vieron obligados a construir esos edificios en los que se leían las Escrituras, se oraba, y se mantenía la identidad religiosa, racial y nacional de los Israelitas. Entonces, las sinagogas eran lugares que funcionaban por tradición, no por mandamiento Bíblico. Volviendo ahora a Lucas 4:16, leemos que Jesús concurrió a un lugar que seguía funcionando no por mandamiento sino por tradición, y su presencia allí nos dice que esa era una buena tradición que el Señor sino aprobó con su asistencia.

En segundo lugar, en Lucas 4:16 también dice que Jesús que fue a la sinagoga “como era su costumbre”. En el Antiguo Testamento hay enorme cantidad de mandatos con respecto a la concurrencia obligatoria al Tabernáculo/ Templo, pero no hay ni un mandamiento que obligara a los judíos a concurrir a la sinagoga. Los judíos, tanto de Israel como de otros países, asistían allí por necesidad. No vamos a decir que Jesús iba a la sinagoga por inercia o porque era sábado. Lo hacía porque como hombre judío necesitaba hacerlo. O sea, el Señor tenía la buena tradición de concurrir a la sinagoga de Nazaret, su lugar de crianza. No concurría porque el Padre se lo había mandado, sino porque desde su infancia había adquirido el bendito hábito de concurrir los días de reposo.

Entonces, este ejemplo de Jesús me permite hacer la siguiente afirmación:
Jesús aprobó con su presencia la tradición de asistencia a la sinagoga.
O sea, algunas tradiciones son buenas y útiles.

OTRAS TRADICIONES NO SON BUENAS NI ÚTILES

Para comprobar esto también voy a apelar a un ejemplo del Evangelio. Miremos Marcos 7:1-13:

1 Los fariseos y algunos de los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén se reunieron alrededor de Jesús, 2 y vieron a algunos de sus discípulos que comían con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado.3 (En efecto, los fariseos y los demás judíos no comen nada sin primero cumplir con el rito de lavarse las manos, ya que están aferrados a la tradición de los ancianos.4 Al regresar del mercado, no comen nada antes de lavarse. Y siguen otras muchas tradiciones, tales como el rito de lavar copas, jarras y bandejas de cobre.)5 Así que los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús: — ¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los ancianos, en vez de comer con manos impuras? 6 Él les contestó: —Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito: »"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 7 En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas." 8 Ustedes han desechado los mandamientos divinos y se aferran a las tradiciones humanas.

9 Y añadió: — ¡Qué buena manera tienen ustedes de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus propias tradiciones!10 Por ejemplo, Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre", y: "El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte". 11 Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decirle a su padre o a su madre: "Cualquier ayuda que pudiera haberte dado es corbán" (es decir, ofrenda dedicada a Dios).12 En ese caso, el tal hijo ya no está obligado a hacer nada por su padre ni por su madre.13 Así, por la tradición que se transmiten entre ustedes, anulan la palabra de Dios. Y hacen muchas cosas parecidas.

El ejemplo es suficientemente claro, de manera que sólo voy a agregar unas pocas observaciones.

1. Los fariseos estaban aferrados a las tradiciones de los ancianos, que en este caso consistían en lavamientos rituales tanto de las manos como de los utensilios que utilizaban. No se trataba de una cuestión higiénica, sino meramente del cumplimiento de sus tradiciones, vs. 2-4.

2. Los fariseos juzgaron a los discípulos porque comían con “manos impuras”, es decir, porque no seguían las tradiciones de los ancianos en cuanto a los lavamientos, v. 5. Y de paso también juzgaron al Señor que les permitía hacer esto a sus discípulos.

3. La reacción del Señor ante esa postura de los fariseos fue dura y clarificadora. Citando a Isaías 29:13 les señaló su hipocresía, lo vano de su adoración, y el hecho de que en realidad habían desechado los mandamientos de Dios para aferrarse a reglas y tradiciones humanas. Y después les cita el mandamiento de Moisés en cuanto a honrar al padre y a la madre, para demostrarles que con su tradición llena de materialismo y rapiña de hecho anulaba la palabra de Dios (vea Éxodo 20:12; 21:17; Levítico 20:9; Deuteronomio 5:16). Y como conclusión Jesús les dice éste no era su único pecado, sino que cometían muchos otros pecados parecidos…

Este ejemplo de Jesús me permite hacer la siguiente afirmación:
Jesús condenó las tradiciones a las que se les daba tanta autoridad o más autoridad que a la misma Palabra de Dios. O sea, algunas tradiciones no son buenas ni útiles.

NOSOTROS Y NUESTRAS TRADICIONES

No caigamos en la trampa de pensar que actitudes como las mencionadas recién pertenecen a la historia, y que nosotros hoy, en nuestro contexto, no nos dejamos apresar por tradiciones, y mucho menos por tradiciones que se oponen directamente a los dogmas bíblicos. Mis amados hermanos, el peligro de las tradiciones siempre está latente y trata de anular la gracia de Dios para hacernos vivir bajo un legalismo estéril y opresivo.

Pero no pensemos sólo en lo que hemos recibido por tradición. Nosotros mismos estamos formando tradiciones que van a pasar a las siguientes generaciones. No digo que estamos estableciendo dogmas nuevos, porque lo que está dicho en la Biblia no admite mermas ni adiciones. Pero sí digo que nuestro modo de aplicar o vivir los dogmas bíblicos nos encuadran a nosotros, como individuos o como iglesias, dentro de ciertas características, de ciertas maneras de hacer, o sea de ciertas tradiciones…

El ejemplo que mejor ilustra lo que he dicho los tenemos en las reuniones dominicales que realizamos. Las celebraciones de nuestras Iglesias contienen ciertos elementos que se ubican en un determinado orden: Himno (coro), oración, otro himno (coro) o dos, alguna lectura bíblica, otro himno (coro) , los anuncios, quizás alguna música especial, la ofrenda, otro himno (coro), la predicación, quizás una invitación a tomar una decisión, tal vez un himno más, y la oración final (Dentro de este orden puede haber un video, un Power Point, una representación tipo teatral, etc., pero estas cosas son más bien excepcionales).

No hay mandamientos directos en cuanto a qué debemos hacer en cada reunión, o a cómo debemos hacerlo. Solamente hay indicaciones generales: Los himnos y coros que usamos deben ser espirituales; en nuestros cultos tenemos que orar; se ha de predicar la Palabra de Dios, y algunas cosas más.(1) Pero en cuanto a orden, proporción, y otros detalles a los que nosotros les prestamos mucho cuidado, el Nuevo Testamento no dice nada. Nosotros hemos elaborado nuestra propia tradición y la seguimos. Y no digo que esté mal lo que hacemos; simplemente digo que lo hacemos así por tradición y no por mandamiento directo de Dios.

Para ahondar en el ejemplo, pensemos un momento qué pasaría en una de nuestras reuniones si cambiáramos el orden: Primero la ofrenda, después la predicación, luego los anuncios, etc. ¿Qué sucedería? Más de uno se molestaría y nos diría que las cosas “nunca se hicieron de esa manera, siempre se hicieron así y así”. O sea, tradición… Repito: No se trata de que hacemos algo mal, sino que sencillamente lo hacemos por tradición.

En otros artículos seguiré considerando este tema refiriéndome a dogmas y tradiciones específicas. Pero debo terminar con una advertencia: ¡Cuidado con las tradiciones! ¡Pueden convertirse en traiciones! Traiciones a la gracia, cuando nuestras tradiciones se aferran al legalismo; traiciones al amor, cuando nuestras tradiciones ponen tropiezo a los hermanos débiles en la fe; traiciones a la esperanza, cuando alguna tradición se aferra más al presente y a lo material que al futuro glorioso que tenemos en Cristo; traiciones a la Palabra de Dios, cuando damos a nuestras tradiciones tanta importancia o más que a las Escrituras.

¿Tenemos que romper con las tradiciones? NO Y SÍ. Aquellas tradiciones que son útiles para la causa del evangelio en nuestra época, mantengámoslas y aún profundicémoslas. Pero aquellas que son un obstáculo para que el evangelio corra y se difunda, desechémoslas. Y también dejemos de lado las tradiciones que impiden el crecimiento espiritual de los hermanos, o que pueden restarle gloria al Señor.

Finalmente, consultemos al que sabe para que sepamos como debemos obrar nosotros en cada caso, cuáles habrán de ser nuestras tradiciones buenas y útiles. Consultemos las Escrituras bajo la dirección del Espíritu Santo, y oremos al Señor como lo hizo Saulo cerca de Damasco: “¿Qué quieres que haga?”. A Saulo el Señor se lo dijo (2), y ¿acaso el Señor no hará lo mismo con nosotros?


(1) Vea Colosenses 3:16-17; 1 Corintios 14:26-40; 1 Corintios 11:17-24. (En 1 Corintios 11 Pablo se refiere a las reuniones para celebrar la Santa Cena, pero creo que sus conceptos también son aplicables también a otras reuniones de la iglesia).

(2) Hechos 9:6; 22:10.


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19/5/09

La ira de Dios - por Rubén Del Ré

Queridos hermanos:
Sólo unas líneas sobre una pregunta planteada hace ya unos cuantos números, pero que realmente me sorprendió: "¿Se puede evangelizar sin hablar de Cristo?" A decir verdad, fui más sorprendido por algunas respuestas afirmativas que por la misma pregunta en sí.

Mi pregunta va más allá, y es la siguiente: ¿Podemos predicar el evangelio sin hacer alusión a la ira de Dios?
¡Qué poco que escuchamos hoy en día hablar de la ira de Dios! Es triste ver a tantos cristianos que consideran que la ira de Dios es algo que necesita excusas o alguna justificación. Si Dios es amor, decimos. ¿Cómo podemos hablar de la ira de Dios? Y si la gente viene tan atribulada, ¿puede este tipo de mensaje ayudarla?

Pero tenemos que ir a las Escrituras y, como dice un comentarista, "una mirada a la concordancia nos revelará que, en las Escrituras, hay más referencias al enojo, el furor y la ira de Dios que a su amor y benevolencia. El odia todo pecado, porque es santo; y porque lo odia, su furor se enciende contra el pecador".

La ira de Dios es una perfección divina, tan importante como su fidelidad, su poder o su misericordia. No es un defecto de Dios, sino todo lo contrario: una de sus perfecciones. Y debe ser así, porque en Dios no hay ningún defecto ni falta. De hecho, lo habría si Dios no sintiera ira. La indiferencia hacia el pecado es una falta moral, y en Dios no hay ninguna falta. ¿Cómo podría Él, que es infinitamente santo, "hacerle la vista gorda" al pecado renunciando a manifestar su ira contra el mismo?

"La ira de Dios es su eterno aborrecimiento de toda injusticia. Es el desagrado e indignación de la rectitud divina ante el mal. Es la santidad de Dios puesta en acción contra el pecado... Dios se enoja contra el pecado porque es una rebelión contra su autoridad, un ultraje cometido contra su soberanía inviolable. Los que se sublevan contra el gobierno de Dios aprenderán que Dios es el Señor. Se les hará conocer la grandeza de su Majestad que ellos desprecian, y lo terrible que es esa ira que se les anunció y que ellos desestimaron. No es que la ira de Dios sea una venganza maligna, que hiera por herir, o un medio para devolver una injuria recibida. No; Dios vindicará su dominio como Gobernador del universo, pero nunca será vengativo." (Los atributos de Dios, A. W. Pink).

¿Cuánto hace que no escuchamos predicar sobre la ira de Dios? Hay una preocupación que tengo en mi corazón - y creo compartir con muchos hermanos - al escuchar el evangelio que se predica (en general) en estos tiempos. Hablamos del amor de Dios y de la salvación, pero no hablamos de la ira. Pero, si no mencionamos la ira, ¿cómo podemos predicar la salvación? ¿Somos salvos de qué?

Al excluir la ira de Dios de nuestro mensaje, el mensaje se desvía, se desenfoca. El evangelio centrado en Dios pasa a ser un evangelio centrado en el hombre. Este tipo de evangelio no me dice que mi problema es que ofendí a Dios, que soy su enemigo y que voy rumbo a la ira venidera. No, mi problema es que ando flojo de trabajo, o con poca plata, o con algunos achaques en la salud, o medio desganado por las circunstancias de la vida (problemas reales y profundos, aunque secundarios por cierto). Y lo que necesito es que Dios me de una mano.

Una vez recibí un material evangelístico, hecho por iglesias conservadoras doctrinalmente. Habían invitado a un hermano para predicarles a profesionales y empresarios. En síntesis, el mensaje que contenía el libro era más o menos así: "Usted es un hombre exitoso. Si incorpora a Dios en su vida, va a ser aún más exitoso". Pero la Biblia me dice que, según Dios (que es lo que en definitiva importa) estamos muertos, que somos sus enemigos. El problema del hombre no es la falta de éxito, sino que está muerto. Realmente, no gastaría demasiado dinero en "enseñarles" a las naciones las claves de "nuestro éxito" de Occidente. Pero si el mensaje a proclamar dice que los hombres están bajo la ira de Dios, y conocemos el remedio, no hay centavo que debiéramos ahorrar sin invertirlo en la obra misionera. Sin ira no hay salvación. Desaparece el mensaje del evangelio. Se pulveriza la Gran Comisión.

¡Cristo salva! ¡Amén! ¿De qué? Justamente, de la ira venidera.

Ahora bien, ¿cómo fuimos salvos de la ira de Dios? ¿Fue que Dios simplemente nos perdonó y "se le pasó" su ira? No, ese no es el evangelio. La copa de la ira de Dios fue llena, sólo que fue derramada sobre la vida santa y sin mancha de Su Hijo amado en la cruz del Calvario. Por eso Jesús oraba momentos antes de ser entregado: "Padre, si es posible, pasa de mí esta copa", la copa de tu ira.

Por eso nuestro mensaje debe incluir la ira de Dios, pero con lágrimas en nuestros ojos y dolor en el corazón.

"Dios es juez justo, y Dios está airado con el impío todos los días." (Salmo 7.11)

"Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1.18)

La fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia son "cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia" (Colosenses 3.5-6)

Pero nuestro mensaje es el evangelio de salvación, la buena noticia: todavía podemos ser salvos de la ira de Dios, escondiéndonos en Jesucristo. ¡Podemos y debemos huir de la vida venidera, escondiéndonos con Cristo en Dios!

El apóstol Pablo fue a predicar al Areópago, un lugar donde se discutían las grandes ideas del mundo antiguo, con mayor llegada e influencia que cualquier canal de televisión o emisora de radio de nuestro país. ¿Qué predicó allí? Que "Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó" (Hechos 17.30-31). El rating le dio mal ("Unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez"). Eso no importaba para el hombre de Dios. Dios se había encargado de los resultados: "Mas algunos creyeron".

Me impacta esta reflexión de A. W. Pink en su clásico "Los atributos de Dios": "El hecho de que estemos dispuestos o no a meditar sobre la ira de Dios constituye la prueba más segura de cómo está realmente nuestro corazón para con él".

"Servid a Jehová con temor,Y alegraos con temblor.
Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;
Pues se inflama de pronto su ira.
Bienaventurados todos los que en él confían" (Salmo 2)

Ruben A. Del Ré

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¿Cómo orar por los políticos? - por Eduardo Coria

Si, tengo que orar por los políticos, pero... ¿Cómo?
Generalmente oramos por los políticos y las autoridades basándonos en 1 Timoteo 2:1–8 (NVI) donde se nos dice: “1 Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos,2 especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna.3 Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador,4 pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.5 Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,6 quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo,7 y para proclamarlo me nombró heraldo y apóstol.

Digo la verdad y no miento: Dios me hizo maestro de los gentiles para enseñarles la verdadera fe. 8 Quiero, pues, que en todas partes los hombres levanten las manos al cielo con pureza de corazón, sin enojos ni contiendas”.
Ahora bien, cuando oramos por las autoridades, ¿cómo solemos hacerlo? Tal vez de esta manera: “Señor, te pedimos que bendigas a nuestros gobernantes para que hagan justicia, para que administren bien, para que los pobres dejen de serlo…” Todas éstas son peticiones legítimas y loables, pero… ¿surgen del este pasaje Bíblico? ¡No! Porque Pablo nos está señalando otra dirección para nuestras oraciones, la dirección correcta. Es necesario que al orar afinemos la puntería y oremos en el centro de la voluntad de Dios, porque, como bien lo dice Pablo aquí, al orar bien estaremos haciendo lo que “es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador”.
1. ¿Qué forma de oración usaremos?
Note que Pablo utiliza cuatro palabras diferentes para señalarnos los elementos que deben incluir nuestras: “plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias”, v. 1. No entraremos en definiciones, simplemente queremos destacar que este tema es tan importante como para que el apóstol se tome el trabajo de decirnos que hay que orar, orar y orar; pedir, pedir y pedir. Pero también dar gracias a Dios por las personas por quienes oramos, tema éste bastante descuidado cuando oramos por nuestros políticos…
2. Nuestra oración no debe limitarse a las autoridades.
Tenemos que orar por todos, v. 1. Yo sé que a veces es difícil orar por los que no conocemos, y en el mundo hay miles de millones de personas que no conocemos. Pero si Dios dice que oremos por “todos los hombres” (VRV60), pues ¡tenemos que hacerlo! Porque aunque nosotros no los conocemos, nuestro Padre sí los conoce, y los ama, y quiere bendecirlos. Quizás al orar por todos, pidiendo por la salvación de todos, se despierten en nosotros algunos recuerdos: Aquellos misioneros que están el norte de África, o en el barrio de al lado… Y quizás nos acordemos de personas por las que no hemos estado orando por años, cercanas o lejanas.
3. Nuestra oración debe incluir “especialmente” a los gobernantes y “todas” las autoridades, v. 2.
Como ven, esta oración no es partidaria… no es política. Se debe orar por el gobierno y la oposición, y por las autoridades en todos los niveles: El presidente, los ministros, los gobernadores, los intendentes, las autoridades militares y policiales, las autoridades educacionales, etc.
4. ¿Qué debemos pedir en primer lugar?
Es algo raro, pero lo primero que se sugiere aquí es que oremos por nuestras autoridades para que a nosotros nos vaya bien: “para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna”, v. 2. Suena algo extraño que al orar por quienes nos dirigen pidamos que a nosotros nos vaya bien, suena como medio… egoísta, ¿no? Sin embargo, es absolutamente lógico, porque si a nosotros nos va bien, si estamos bien, podremos servir bien a nuestro prójimo. En el tiempo cuando Pablo escribió esta carta, Nerón era el gobernante, y esta petición tenía un sentido muy real. Porque la persecución quitaba la paz y la tranquilidad, y era un obstáculo a la vida piadosa y digna. ¿Y hoy en día? ¿No hay factores que nos quitan la paz y la tranquilidad, y cosas que son impedimentos para una vida piadosa y digna? ¡Ya lo creo! En nuestro país no existe todavía un Nerón que nos persiga, pero casi todo lo que nos rodea es una negación total de las enseñanzas Bíblicas y de las normas de conducta que Dios nos ha impuesto como hijos. Entonces, pidamos en primerísimo lugar, que estemos bien, porque si lo estamos, podremos cumplir bien con los propósitos que el Señor tiene para nosotros y nuestro país.
5. ¿Qué debemos pedir inmediatamente después?
Aunque aparentemente no hay otra petición en el párrafo, detrás de los conceptos paulinos emerge básicamente otra petición: Tenemos que orar por la salvación de todos los hombres, y especialmente por la salvación de las autoridades. Dice aquí que Dios “quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad”. Y agrega que el Dios único señaló a Jesucristo como el único mediador entre Dios y los hombres, “quien dio su vida como rescate por todos”, vs. 5–7. O sea, tenemos que orar para estar bien pero no por el mero hecho de estar bien, sino para ser los heraldos eficaces de la salvación que hay en Cristo. Dios no está indicándonos que oremos por nuestro bienestar sino por nuestro bien hacer. Entonces, al orar por las autoridades, pidamos que conozcan a Cristo, que Dios levante a hombres y mujeres que tengan acceso a las altas esferas políticas, y lleguen con un mensaje fresco del evangelio a cada líder. También pidamos que esos hombres y mujeres tengan un testimonio tan brillante (paz, tranquilidad, piedad, dignidad) que su vida impacte poderosamente en los gobernantes y las autoridades.
6. Un requisito final.
Este requisito está muy bien definido en el versículo 8: “Quiero, pues, que en todas partes los hombres levanten las manos al cielo con pureza de corazón, sin enojos ni contiendas”. Es decir, para que tengamos la paz y la tranquilidad que anhelamos, para que podamos vivir una vida piadosa y digna, y así estar listos para testificar de la salvación que hay en Cristo, debemos orar con un corazón limpio, o sea, confesando nuestros pecados. Con un corazón sin enojos ni contiendas, y en este contexto, seguramente podemos aplicar la enseñanza a los enojos y las contiendas que solemos tener con nuestros gobernantes. Tenemos que estar limpios de estas cosas y otras semejantes, si es que hemos de orar eficazmente por nuestras autoridades.

Resumiendo, quiero sugerir que no oremos pidiendo que a nuestros políticos y autoridades les vaya bien como tales. Pidamos por su salvación, que será el elemento clave para su gestión. Porque, como lo dijo Jesús, un árbol malo no puede producir buenos frutos. No estoy diciendo que los gobernantes sean malos en el sentido general del término, pero si no tienen a Cristo en su corazón están perdidos, y quiero pensar que a veces actúan mal porque no pueden actuar de otra manera. Entonces, enfoquemos nuestra oración de esta manera:
“Padre celestial, perdona nuestros pecados. Especialmente el pecado de habernos ensañado con los políticos y autoridades, sabiendo que por no conocer a Cristo, actúan como actúan. Danos un corazón misericordioso hacia todos los perdidos, y especialmente hacia nuestros gobernantes. Señor, te pedimos por la salvación de todos los hombres. Padre, levanta misioneros que vayan adónde nadie ha ido aún a predicar el evangelio, y también levanta misioneros de apoyo financiero y de apoyo en oración. También te pedimos por nuestras autoridades, para que podamos tener una vida en paz y tranquila, piadosa y digna, a fin de que seamos un testimonio vivo de la salvación que tenemos en Cristo, y para que podamos predicarles no sólo con la palabra sino también con el ejemplo.
Como dice un hermano: “Predica el evangelio, y si es necesario, usa palabras”.

Eduardo Coria

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